Aunque en nuestra vida sólo hayamos rezado un avemaría a la Virgen, Ella no dejará que caiga en saco roto, sino que por ese pequeño obsequio, nos ayudará en la vida y en la muerte. ¡Y cuánto más si en su honor hemos rezado muchas avemarías y rosarios enteros a la Virgen! Nuestra salvación está asegurada, y ya en este mundo gozaremos de las dulzuras maternales que la Santísima Virgen tiene para con sus devotos y fieles hijos.
Cualquier detalle de amor que hayamos tenido para con la Reina del Cielo, no será olvidado por Ella, y cuando estemos necesitados, tanto en la vida como en el momento supremo de nuestro paso de este mundo a la eternidad, María se acordará de ese obsequio que le hemos hecho y nos ayudará.
Pero para asegurarnos nuestra eternidad de gozo, no digamos sólo un avemaría, sino recemos muchos rosarios, embellezcamos sus Imágenes milagrosas, obremos siempre imitándola y digámosle frecuentemente que la amamos y que la veneramos. Entonces ¡qué feliz será nuestra muerte, porque Ella, la Virgen fiel, estará a nuestro lado en ese momento final, y nos acompañará cuando nos presentemos al tribunal de Dios, y defenderá nuestra causa ante las acusaciones que en ese momento nos hará el demonio para tratar de llevarnos a su Infierno.
¡Qué gran gracia es que leyendo este mensaje nos demos cuenta del infinito valor que tiene el ofrecer algo a la Virgen, por pequeño que sea, porque María no lo olvidará jamás, y nos auxiliará oportunamente!
¡Viva la Virgen! ¡Viva nuestra Madre bendita que nos ama tanto y que nos protege en el tiempo y en la eternidad!
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!