TERCERA ENTREGA
Tercera revelación:
Primer viernes de Junio de 1674, fiesta del Corpus Christi.
Escribe Margarita:
“Se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mí, todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo, de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón”.
Entonces Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.
Jesús le dirige las siguientes peticiones:
- Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírtelo.
- Jueves o viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte.
- Te levantaré de 11 a 12 de la noche para postrarte una hora conmigo, el rostro en el suelo.
Le dice Jesús a Margarita:
“Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y de poder ser aún, habría querido hacer más. Más sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.
Ante estas palabras, Margarita sólo podía expresarle al Señor su impotencia.
Él le replicó:
“Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falle”.
Y del Corazón abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese compasión de su debilidad.
Él le respondió:
“Yo seré fortaleza, nada temas, sólo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de mis designios”.
Entonces el Señor le describió a Margarita exactamente de qué forma se iba a realizar la práctica de la devoción a su Corazón, junto con su propósito, que era la reparación.
Finalmente Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer:
“Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás además todos los primeros viernes de mes y en la noche del jueves al viernes, te haré partícipe de la mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte.
Para acompañarme en la humilde plegaria que le elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las 11 y las 12 de la noche para postrarte conmigo durante una hora con la cara al suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo, la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero oye hija mía, no creas a la ligera en todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás estará rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes”.
Cuarta revelación:
Fue bajo esta nueva aceptación que se dio la cuarta y última revelación que se puede considerar como la más importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta litúrgica en honor del Sagrado Corazón de Jesús.
Sucedió esta revelación en el curso de la octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio.
Cuenta Margarita:
“Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava y queriendo tributarle amor por su tan gran amor, me dijo el Señor: “No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya”.
Entonces, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como de las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”.
El Padre Colombière le ordenó a Margarita que cumpliese plenamente la voluntad del Señor. Y que también escribiese todo lo que le había revelado. Margarita obedeció a todo lo que se le pidió, pues su más grande deseo era que se llegase a cumplir los designios del Señor.
Pasarían más de diez años antes que se llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de La Visitación. Serían diez años muy duros para Margarita. La Madre Superiora que por fin llegó a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio; pero antes de irse, ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió sólo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos que Él haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían.
Al día siguiente, la mayoría de las monjas sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran sufrimiento, su Divina Justicia había sido aplacada.
En contra de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a la superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción.
En la tarde del 17 de octubre de 1690, habiendo Margarita indicado previamente como el día de su muerte, encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. La Santa tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa. Pasaron solo tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitantinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en la mayoría de los monasterios. En 1765 el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta a toda la Iglesia; finalmente en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.