“Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón”
Aún actualmente resuenan las sublimes palabras pronunciadas hace más de tres siglos por el Sagrado Corazón de Jesús a una humilde religiosa, Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), del convento de la Visitación de Santa María, en Paray-le-Monial (Borgoña, Francia), orden fundada por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca viuda de Chantal.
Estaba ella rezando ante el Santísimo Sacramento, el 16 de junio de 1675, cuando Nuestro Señor se
le apareció. Y después de un breve diálogo con la religiosa en éxtasis, señalando su propio Corazón le dice: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los
hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios,
ya por la frialdad y desprecio con que me
tratan en este Sacramento de amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan.
“Por eso, te pido que se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día, y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. Te prometo además que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre los que den este honor y los que procuren le sea tributado”.
“El Sagrado Corazón será la salvación del mundo”
“La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza sino en el Sagrado Corazón de Jesús; es Él que curará todos nuestros males. Predicad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, ella será la salvación para el mundo”. Esta impresionante afirmación del Bienaventurado Papa Pío IX (1846-1878) al padre Julio Chevalier, fundador de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, mostrando que en esta devoción depositaba toda su esperanza.
¿Qué es un Detente? ¿Una
armadura espiritual?
El Detente o Escudo del Sagrado Corazón de Jesús es un sencillo emblema con la imagen del Sagrado Corazón y la divisa:¡Deténte! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros el tu reino!. Por inspiración divina, surgió como un pequeño pero poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición a fin de protegernos contra los más diversos peligros que enfrentamos en nuestra vida cotidiana.
Para ello, basta llevarlo consigo, no siendo necesario que esté bendito, pues el bienaventurado Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes –como veremos más adelante.
Origen del Detente del Sagrado
Corazón de Jesús
Santa Margarita María de Alacoque —como atestigua su carta, escrita el día 2 de marzo de 1686,
dirigida a su superiora, la Madre Saumaise— trascribe un deseo que le fuera revelado por Nuestro Señor: “que desea encargue una lámina con la imagen de ese
Sagrado Corazón, a fin de que los que quieran tributarle particular veneración, puedan tener imágenes en sus casas, y otras pequeñas para llevar consigo” .
Nacía así la costumbre de portar estos pequeños Escudos.
Esta santa devota del Detente lo llevaba siempre consigo e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo. Ella confeccionó muchas de estas imágenes y decía que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
La autorización para tal práctica al comienzo fue concedida solamente a los conventos de la Visitación. Después, fue más difundida por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat (1696-1730). A esta religiosa, también de la Orden de la Visitación, fallecida en alto concepto de santidad, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en la ciudad francesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a su Sagrado Corazón. La Madre Rémuzat hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de estos Escudos del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad en donde se propagaba la peste.
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La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que llevaban el Escudo, y las personas contagiadas tuvieron un extraordinario auxilio con esta devoción. En otras localidades sucedieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países.
La fama de los Detentes llegó a la Corte, siendo una de sus devotas María Leszczynska, esposa de Luis XV. En 1748, por ocasión de su matrimonio, recibió como obsequio del Papa Benedicto XIV varios Detentes. Las memorias de aquel tiempo consignan que, entre los regalos enviados por el Pontífice, había “muchos Escudos del Sagrado Corazón, hechos en tafetán rojo y bordados en oro”.
La devoción al Detente
Es santa, como es santo el culto y
el amor a Jesucristo.
Es fructuosa, por las virtudes que ejercita de fe, oración y esperanza en el mismo Jesús, y las grandes gracias y favores que se han obtenido
y se pueden confiadamente esperar del culto y uso del DETENTE.
EL DETENTE que llevamos:
Es una señal de fidelidad al Corazón de Jesucristo.
Es un blasón que nos ennoblece.
Es un muro que nos defiende.
Es un imán que atrae sobre nosotros las miradas y gracias de Jesús.
Es un pararrayos que aparta de nosotros los castigos de Dios.
Es una oración perenne por nosotros de Jesús, suplicante al Padre.
Es un corazón que late junto al nuestro.