Contento de que seas mi Madre.
¡Qué contento estoy, María, de que seas mi Madre que tanto me ama! Aunque todos me abandonasen, yo seguiría siendo feliz porque sé que tú no me abandonarás jamás, y si tú no me abandonas, tampoco me abandonará Dios, pues él está siempre contigo y, donde estás tú, también está Dios, está Jesús. Quiero emprender grandes obras por tu amor. Dame fuerzas para ser tu apóstol, para darte a conocer a todas las gentes. En la medida de mis posibilidades quisiera darte a conocer a mis hermanos para que te amen y experimenten ellos mismos la alegría de amarte y de sentirse amados por ti. ¡Qué dulce es recostarse sobre tu pecho, Madre querida! ¡Qué gran regalo nos ha hecho Jesús al darnos a ti como Madre de todos los hombres! ¡Y hay tantos hombres que no te conocen! Yo quiero darte a conocer. Purifica mis labios y mi corazón para que hable dignamente de ti a mis hermanos y los lleve a todos a tu Corazón Inmaculado.