Imperceptible.
Quienes están acostumbrados a la navegación por mar, saben muy bien que un cambio imperceptible en el rumbo, hace desembocar en un destino equivocado, si es que no se pone remedio dando continuos golpes de timón y corrigiendo constantemente la trayectoria para llegar al puerto seguro y deseado.
También en la vida espiritual podemos comenzar por un pecado leve, por un “pecadito”, para luego ir paulatinamente equivocando el rumbo, y luego llegar a cometer pecados más graves, y terminar al fin en el abismo infernal.
Por eso dicen los maestros de la vida espiritual que en la vida de piedad no hay cosas pequeñas, porque todo es importante, y la Sagrada Escritura nos avisa que quien desprecia lo pequeño, poco a poco caerá en cosas más graves.
Entonces recordemos que el pecado más fácil de evitar es el primero. Porque cuando cometemos el primer pecado, ya nos vamos enfermando y el demonio va teniendo poder sobre nosotros y nuestras vidas, y así vamos cayendo en sus redes, que llegan a hacerse insoportables y nos atan a un destino eterno de horror.
A cada momento debemos estar eligiendo entre el Bien y el Mal, entre la virtud y el pecado, entre Cristo y Satanás. Por eso dice la Escritura que es milicia la vida del hombre sobre la tierra. Efectivamente la vida en la tierra es un combate, y quien no lo crea así, es quizás porque ya se encuentra prisionero de las fuerzas del mal.
Estemos atentos a no desviarnos imperceptiblemente del rumbo cometiendo faltas leves, porque poco a poco nos iremos desviando cada vez más de nuestro destino de luz, para ir a desembocar en un laberinto del que después se hace muy difícil salir.
Despertemos del sueño en que estamos y empuñemos las armas de la oración y la vigilancia, sin tener miedo al qué dirán ni a la opinión que los demás tengan de nosotros, porque tenemos que quedar bien con Cristo y no con el mundo y los mundanos.
Bendito sea Dios que nos da su luz para alumbrarnos en el camino, para corregir el rumbo si es que lo estamos equivocando.