Caridad.
¡Qué preciosa es esta palabra y qué bien que nos hace el practicarla!
Porque caridad es amor, y quien tiene amor para con Dios y para con el prójimo, ya lo tiene todo.
No esperemos a demostrar amor a Dios y a los hermanos en las grandes ocasiones que se nos presenten, sino aprovechemos las situaciones cotidianas, de todos los días, para ser caritativos con todos, teniendo un trato amable y bueno, a ejemplo de Cristo, que era bueno con todos, incluso con los que le hacían mal.
El Cristianismo puede sintetizarse en una sola palabra: Amor. Pero no el amor horizontal, sino el amor vertical a Dios, y luego sí, en Dios y por Dios, amar también a los hermanos. O mejor dicho, amar a Dios en los hermanos, porque bien sabemos que Jesús está en cada hombre, especialmente en los que más sufren.
Hay veces que somos caritativos con los lejanos y los tratamos muy bien, pero en nuestro hogar somos muy hoscos y de trato duro. ¡Que esto ya no sea así!, sino empecemos hoy mismo, a tratar con amor y delicadeza a los más cercanos a nosotros.
Debemos reconocer que nos hace falta un aumento de fe, porque no vemos al Señor en los demás, y por eso no los tratamos bien, puesto que si creyéramos firmemente que Jesús está escondido en cada prójimo, y que al hacerle algo al prójimo se lo estamos haciendo directamente a Jesús, entonces otra sería la situación.
Pidamos entonces más fe para saber ver al Señor en los hermanos y tratar a todos como al mismo Cristo.
Jesús quiere que seamos perfectos como el Padre, y la perfección del Padre es el Amor y la Bondad. Entonces seamos buenos y amorosos para asemejarnos a Dios, y así haremos felices a los hombres y Dios estará contento con nosotros.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.