“No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio” que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.”
(Mt 9, 12-13)
El Señor Jesús vino por ti y por mi.
Tiene sed de nosotros, pecadores. Vino para curar nuestras almas de toda herida causada por el pecado.
Tengamos plena confianza al abrirle nuestro corazón al Señor. Mostrémosle nuestras heridas tal y cuál son. Solo así encontraremos la sanación que da paz a nuestra alma.
El Señor no vino a juzgarnos. Miremos a los demás con los ojos que el Señor nos mira. Seamos misericordiosos, ¿de qué nos vale hacer sacrificios y ser jueces de los que nos rodean? El Señor nos pide que miremos con misericordia a los demás, así cómo El lo hace con nosotros.
Acudamos ante Él con la confianza de que sanará todo lo que nos duele. No importa cuantas veces nos caemos en el camino, el Señor nos espera para levantarnos y renovarnos en su infinito Amor.