A Dios orando y con el mazo dando.
“En todo lo que hiciereis –decía San Ignacio de Loyola- he aquí la regla de las reglas a seguir: confiad en Dios, actuando, no obstante, como si el éxito de cada acción dependiese enteramente de voz y nada de Dios, pero, empleando así todos vuestros esfuerzos para ese buen resultado, no contéis con ellos, y proceded como si todo fuese hecho sólo por Dios y nada por vos”.
(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent)
Comentario:
Hay que hacer todo cuidadosamente y poniendo el mayor empeño en hacer todo bien, como si el éxito de cada cosa y cada acción dependiera exclusivamente de nosotros, pero estar convencidos de que en definitiva todo depende de Dios, esto es lo que nos quiere decir San Ignacio.
Por eso nada de quietismo ni quedarnos de brazos cruzados confiando en Dios, sino emprendamos grandes obras y grandes acciones como si todo fuera obra nuestra, pero sabiendo que si el Señor no construye la casa, en vano se fatigan los constructores.
Recordemos las palabras de Jesús en el Evangelio, que vienen bien para este caso: “Cuando hayáis hecho todo lo que debíais, decid: somos siervos inútiles, no hemos hecho más que lo que debíamos hacer”.
Esto nos debe dar un gran impulso en el apostolado, y apoyados en la confianza en Dios, emprender grandes obras y acciones para gloria de Dios y bien de las almas.
Si hacemos así, entonces cumpliremos la misión que Dios nos tiene designada a cada uno de nosotros, y no nos desanimaremos por los pocos frutos obtenidos, ni nos ensoberbeceremos por los grandiosos frutos, sino que referiremos todo el mérito a Dios, y nosotros nos consideraremos como simples instrumentos en sus manos benditas y providentes.