El demonio existe.
El demonio existe realmente. Hoy se niega o se duda de esta verdad de fe, sin caer en la cuenta que si se niega la existencia del Maligno, de los demonios, se cae en el error y se echa por tierra toda la obra de la Redención.
Porque, pensemos: Cristo nos vino a rescatar del demonio. Justamente “redimir” significa “rescatar a precio”, y Jesús nos ha venido a rescatar al precio de su preciosa Sangre. ¿Y de quién nos rescató? Nos rescató del poder de Satanás.
¿Y la Iglesia Católica para qué está? Para continuar la obra de Cristo y seguir arrebatando almas al poder del Infierno.
Entonces, ¿qué decir de los sacerdotes y obispos que ya no creen en la existencia y actuación demoledora de los demonios en el mundo y que no se sirven de los exorcismos para repeler los ataques del demonio? Debe decirse de ellos que traicionan a Cristo y a la Iglesia, y también a las almas, porque no las ayudan a liberarse del enemigo, porque ni ellos mismos creen en su existencia.
Hoy los demonios tienen el campo libre para actuar porque son pocos los que les oponen resistencia. Así la iglesia de Satanás, que es la Masonería, trabaja en el mundo y, por medio de maleficios, hace sufrir cuerpos y almas, y los sacerdotes y obispos, muchas veces, miran para otro lado y están como perplejos.
Pero si sabemos que de Dios no puede venir nunca ningún mal, porque Dios es la misma Bondad y Perfección, y el mal, de cualquier tipo que sea siempre es una imperfección; entonces ¿de dónde viene el mal, todo el mal que hay en el mundo? Tenemos que decirlo claramente: Todo el mal del universo viene de los demonios. Y Cristo nos vino a rescatar de este poder maléfico, y quiere que su Iglesia continúe su misma misión.
Traicionan a Dios y a la Iglesia los cristianos, incluyendo sacerdotes y obispos, que no tienen una visión de estas verdades y que ya no creen o dudan fuertemente en la existencia, poder y actuación febril de los ángeles caídos.