El mal más grande.
Debemos estar convencidos que el mal más grande y del cual tenemos que cuidarnos, es el pecado. Porque por el pecado nos vienen todas las adversidades y desgracias, tanto individuales como colectivas.
Hoy ya no se habla del pecado. Incluso los sacerdotes ya muchos ni lo nombran, ni dicen que es necesario cumplir los Diez Mandamientos para salvarse e ir al Cielo, y para evitar el Infierno.
Pero si borramos de un plumazo el pecado, entonces ¿qué queda de la Revelación? Porque si el pecado no existe, entonces es en vano que haya venido Cristo a rescatarnos y a salvarnos. ¿De qué nos habría salvado el Señor, si ya no hay pecado?
Estemos atentos porque Satanás es muy astuto y nos quiere hacer creer que todo es lo mismo y que las cosas son según la lente con que se mira. Este es un gran engaño, porque las cosas no son según el cristal con que se miren, sino que son como son, independientemente del cristal con que se mire. En todo caso hay que mirar todas las cosas con el cristal con que las mira Dios, como las ve Dios, y eso sí es verdadero.
Hoy cada uno quiere tener su opinión, y cada cual se quiere hacer un Evangelio a su medida, tomando lo que le gusta, y descartando lo que le incomoda.
No juguemos con Dios porque la salvación es cosa seria y a Dios no se le engaña, y tampoco se le engaña a Satanás, que pide enseguida el pago cuando nos entregamos a él por el pecado.
Tengamos horror al pecado como el mal más grande, como el único mal, y digamos como los santos: “¡Morir, antes que pecar!”.