El pecado deja muchas heridas en el alma, y es por eso que si queremos salir del pecado y curar esas heridas, tenemos que comenzar a rezar, aunque sólo sean las tres avemarías cada día, y así iremos curando el alma, y de a poco, de pecadores nos trocaremos en santos, es decir, en personas que ya no pecan gravemente.
Sin oración es imposible la conversión porque la conversión es una gracia de Dios, que Dios otorga por las oraciones nuestras, o las que otros hacen por nosotros.
Comencemos a rezar, porque todos los bienes nos vienen con la oración. Y en cambio si dejamos de rezar, nos iremos enfriando de a poco y volveremos a nuestro estado de pecado.
Debemos echar el odio de nuestras vidas, pues a veces guardamos rencor con nuestros progenitores, o parientes o contra alguien, y eso no nos deja vivir en paz, y así le damos materia al demonio para que nos influya y nos complique más la vida.
Perdonemos de corazón a todos. Pero no seremos capaces de perdonar si no rezamos pidiendo ese don de perdonar, y así seremos ya felices en este mundo, porque un corazón que no odia y que reza, está ya saliendo del pecado y va camino a la santidad.
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