Propagar el Rosario.
Envidioso el demonio de los grandes frutos que el Beato Tomás de San Juan –célebre predicador del santo rosario– lograba con esta práctica, lo redujo con duros tratos a una larga y penosa enfermedad, en la que fue desahuciado por los médicos. Una noche, creyéndose ya a punto de morir, se le apareció el demonio bajo espantosa figura. Pero él levantó devotamente los ojos y el corazón hacia una imagen de la Santísima Virgen que se hallaba cerca de su lecho y gritó con todas sus fuerzas: “¡Ayúdame! ¡Socórreme! ¡Dulcísima Madre mía!”
Tan pronto pronunció estas palabras, la imagen de la Santísima Virgen le tendió la mano y, agarrándole por el brazo, le dijo: “¡No tengas miedo, Tomás, hijo mío! ¡Aquí estoy para ayudarte! ¡Levántate y sigue predicando la devoción de mi rosario, como habías empezado a hacerlo! ¡Yo te defenderé contra todos tus enemigos!” A estas palabras de la Santísima Virgen huyó el demonio. El enfermo se levantó perfectamente curado, dio gracias a su bondadosa Madre con abundantes lágrimas y continuó predicando el rosario con éxito maravilloso.
(El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, San Luis M. Grignion de Montfort)
Comentario:
Si difundimos la devoción del Rosario, y no nos contentamos solo con rezarlo, sino que nos esforzamos para que otros también lo recen, entonces preparémonos a ver cosas admirables. Por un lado vendrán ataques del demonio, y por otro lado recibiremos consuelos y ayudas de la Virgen.
María tiene predilección por quienes se ocupan y preocupan de propagar el Santo Rosario, y colma a estos hijos suyos con favores tan escogidos que sobrepasan toda esperanza.
Hagamos imprimir varios folletos con la explicación del rezo del Rosario, y entreguémoslos a quienes nos parezca que pueden necesitarlo, así estaremos siendo apóstoles del Rosario, apóstoles de María, y Ella no se dejará ganar en generosidad y volcará sobre nuestro regazo un mar de gracias celestiales y hasta materiales.