Deseo de ser santos.
Si no tenemos deseo de ser santos, entonces no lo seremos nunca, porque el deseo es como el motor que nos impulsa a alcanzar lo que deseamos.
Y tenemos que desear ser santos porque es ese también el deseo de Dios, y siendo santos, somos más agradables a Dios y más útiles a Él y al prójimo, ya que según sea el grado de nuestra santidad, así también será el valor de nuestras acciones y oraciones, aún de las más pequeñas e insignificantes.
Aunque parezca mentira, la obra de nuestra santificación es mayor milagro que la creación de los mundos, porque es una obra sobrenatural, dirigida por el Espíritu Santo. Y el bien que puede hacer un santo es tan grande, que por eso el demonio hace todo lo posible por apartarnos de ese camino bendito.
Porque así como quien peca no sólo se hace daño a sí mismo, sino que daña a todo el cuerpo místico de la Iglesia y de la sociedad toda; así también quien se santifica, se hace un gran bien a sí mismo, le da gloria a Dios y favorece a toda la humanidad.
Entonces que nuestro mayor deseo sea el de nuestra santificación, ya que así nos beneficiaremos nosotros y haremos un gran bien al mundo. Porque hay que saber que por los pecados vienen las calamidades al mundo y toda clase de males. Por eso si cuidamos de ser santos, no pecaremos, y además repararemos por los pecados de los demás hombres, y Dios estará contento con nosotros. ¿Y qué mayor felicidad que el saber que Dios está contento con nosotros?