Esperanza
La virtud de la esperanza es una virtud sobrenatural y divina, una virtud del cielo.
No se puede separar de la Fe y de la Caridad, porque son estas tres virtudes teologales una imagen de la Santísima Trinidad; son virtudes divinas que proceden del mismo Dios, y son inseparables.
El alma que tiene Fe, que va unida con la gracia, tiene también la Esperanza y la Caridad. La Esperanza no es la que desea y pide bienes de la tierra, ni nombre, ni riquezas, ni honores; tiende su vuelo más alto y espera la posesión del mismo Dios, no por los méritos propios del alma sino por los Míos copiosísimos.
El alma que posee esta esperanza, se goza en ella, pero no por el bien propio que le resultará eternamente, sino que traspasado su bienestar justo y permitido, pasa más allá y se regocija no en su gloria, sino en la gloria que por su medio recibirá el mismo Dios.
La virtud de la esperanza espiritual perfecta consiste en suspirar constantemente por la posesión del Amado no por el bien propio, sino por la gloria de Dios, trabajando el alma prácticamente por alcanzarla siguiendo el camino de la Cruz.
Yo, Jesús, soy su Esperanza y también su Camino. El que me sigue no anda en tinieblas; pero el camino que yo represento es la Cruz; y el que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame poniendo su pie en mis huellas ensangrentadas.
La Esperanza que es Jesús, es una estrella que desde toda la eternidad existe; la cual se anunció al mundo y pasó por él iluminándolo; y ha dejado en él su purísimo Evangelio, y nos espera en la misma eternidad.
Esta Esperanza existe en los Altares, y en cada momento ahí nos espera; porque es la misma Fidelidad y no nos puede abandonar.
Si Jesús es la Esperanza, el Padre la Verdad y la Luz y el Espíritu Santo la Caridad, la Vida y el Amor, con razón María es la Madre de la Santa Esperanza, Hija de la Verdad y de la Luz y Esposa de la Caridad, de la Vida y del Amor.
El Señor a la Beata Concepción Cabrera
¡Ave María y adelante!