Miremos la Cruz.
Cuando tengamos alguna pena o dolor o prueba, y tengamos dudas de si Dios nos ama realmente, miremos la Cruz de Cristo, y veamos cómo el Padre ha tratado a su Hijo, que amaba infinitamente.
Si Dios permite el dolor y el mal, es por nuestro bien, porque si pasamos bien la prueba, ganamos muchos méritos para nosotros y para innumerables almas.
Ninguno es tan amado por el Padre eterno, como es amado Jesucristo, y sin embargo veamos cómo le trata.
Pero no viene de Dios el mal, sino que Él lo permite para que el hombre pueda colaborar en la obra de la redención y tenga parte en el premio, en el botín.
No debemos pedir cruces ni padecimientos, pero al menos tenemos que aceptar los que el Señor nos envíe, y pedirle la ayuda para llevar la cruz el tiempo que fuere necesario.
Dios no quiere nuestro mal, y si rezamos mucho, entonces Él nos ayudará tanto a llevar la cruz, que nuestros sufrimientos se volverán llevaderos.
El mal viene del pecado y de Satanás, autor de todo mal. Pero si sabemos soportar con paciencia los males, el Señor nos premia grandemente.
Recordemos que se sube más alto en el Cielo, en la gloria, cuando más se ha sufrido en la tierra. Y si Dios permite que suframos en el mundo, es porque quiere tenernos ya desde la tierra, y luego en el Cielo, muy cerca de Él.
¡Bendito sea Dios!