“Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y todas las cosas se os darán por añadidura.”
Así fue como el Salvador concluyó el discurso sobre la Providencia. Conclusión consoladora, que encierra una promesa condicional; de nosotros depende el ser beneficiados por ella. El Señor se ocupa tanto más de nuestros intereses, cuanto más nosotros nos preocupamos con los suyos.
Conviene detenerse para meditar las palabras del Maestro.
Se presenta necesariamente una cuestión: ¿Dónde se encuentra ese reino de Dios que debemos buscar antes que todo lo demás? “Dentro de vosotros”, responde el Evangelio. Regnum Dei intra vos est.
Buscar el Reino de Dios es, pues, levantarle un trono en el alma; es someternos enteramente a su dominio soberano. Conservemos todas nuestras facultades bajo el cetro misericordioso del Altísimo. Que nuestra inteligencia recuerde constantemente su presencia, que nuestra voluntad se conforme en todo con su voluntad adorable, que nuestro corazón vuele hacia Él con frecuencia, en actos de caridad ardiente y sincera. Habremos practicado, entonces, esa “justicia” que, en el lenguaje de la Escritura, significa la perfección de la vida interior. Habremos seguido entonces, puntualmente, el consejo del Maestro; habremos buscado el reino de Dios.
“Y todas las cosas se os darán por añadidura”.
Hay aquí una especie de contrato bilateral: por nuestra parte debemos trabajar para la gloria del Padre celestial; por la suya, el Padre se compromete a proveer nuestras necesidades. Echa, pues, todas tus preocupaciones en el Corazón Divino; cumple tú el contrato que Él te propone; Él cumplirá la palabra dada; velará sobre ti y “os sostendrá”.
“Piensa en Mí –dice el Salvador a Santa Catalina de Siena- y Yo pensaré en ti.” Y, siglos más tarde, en el Monasterio de Paray-le-Monial, prometía a Santa Margarita, para aquellos que fuesen particularmente devotos del Sagrado Corazón, él éxito de sus emprendimientos.
¡Feliz el cristiano que se ajusta a esa máxima del Evangelio! Él busca a Dios y Dios le cuida los intereses con su omnipotencia: ¿Qué le podrá faltar? Practica las sólidas virtudes interiores y evita así todo desorden: las faltas, los vicios, que son las causas más comunes de los fracasos y las ruinas.
(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent)
Comentario:
Estas palabras del Señor nos recuerdan la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que puede reducirse a un pacto: Que Jesús se ocupará de nosotros y de nuestras cosas, y nosotros nos debemos ocupar de Él y de sus cosas.
Entonces lo que debemos hacer es empezar, a partir de hoy, de ahora mismo, a trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas, que ésas son las “cosas” de Dios. Y lo haremos también trabajando en nuestro interior, no solamente en lo exterior, pues el Reino de Dios debe estar primero en nosotros mismos para de ahí difundirse a los demás.
Si hacemos así, si nos ocupamos de Dios y de sus cosas, entonces el Señor se ocupará de nosotros y de lo nuestro, y cuanto más trabajemos por Él, tanto más el Señor trabajará por nosotros.
¿Tomamos conciencia de la importancia de esto? Porque Jesús hace depender todo lo nuestro de qué tanto trabajemos por Él y por sus cosas.
De manera que no podemos dejar ya pasar más tiempo inútilmente, y si queremos que nuestra familia mejore en todo sentido, si deseamos que nos vayan bien las cosas en lo espiritual y también en lo material, tenemos que hacer apostolado, tenemos que trabajar por nuestra santificación personal y por la santificación de todo el mundo, comenzando por quienes tenemos más cerca.
Muchas veces nosotros buscamos primero la añadidura, y dejamos en segundo lugar el Reino de Dios. O lo que es peor: buscamos solamente la añadidura y no nos importa nada o casi nada que el Señor reine en los corazones, empezando porque reine en el nuestro.
Cuanto más nos ocupemos de Dios y de sus cosas, tanto mejor nos irá todo.