Tened ánimo
“Comenzad este nuevo año a la luz de mi divina maternidad. Hijos predilectos, esta fiesta debe ser para todos vosotros un signo de confianza y de esperanza.
Tened ánimo: Yo soy la Madre de la Gracia y de la Misericordia. Si el nuevo año se abre en medio de nubes que se condensan amenazadoras en el horizonte, si la humanidad es incapaz de encontrar el camino de su retorno a Dios, si en el mundo aumentan las fuerzas disgregadores del mal y de la muerte, si la inseguridad y el miedo marcan el transcurso de vuestros días, volved vuestra mirada a Mí como Madre de la divina Misericordia.
Hoy me inclino sobre esta generación, tan enferma y amenazada, con el amor que una madre tiene hacia los hijos más necesitados y expuestos al peligro.
Con mis manos inmaculadas recojo todos los sufrimientos y las inmensas miserias de la humanidad, y las presento al Corazón de mi Hijo Jesús, para que Él haga descender sobre el mundo el río de su amor misericordioso.
Tened ánimo, porque Jesús os ama con su ternura divina, y vuestra Madre Celeste está siempre entre vosotros para compartir dificultades y peligros.
Tened ánimo: soy la Madre del Salvador y de vuestro Redentor.
Jesús os ha redimido para siempre sobre la Cruz, sufriendo y muriendo por vosotros. Su Sacrificio tiene un valor infinito, que trasciende al tiempo. Su sangre, sus heridas, su dolorosa agonía, su atroz muerte en la Cruz tienen un valor de salvación también para la presente generación, que sin Él andaría perdida.
Este Sacrificio Suyo se renueva místicamente en cada santa Misa que se celebra.
Al general y renovado rechazo de Dios, responde aún, con infinita capacidad de reparación, su renovada y dolorida súplica: “Padre, perdónales, porque no saben lo que dicen ni lo que hacen”.
Al desbordamiento del mal y del pecado, se ofrece hoy de nuevo a la divina Justicia la sangre inocente del verdadero Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.
A la amenaza de guerra y destrucción, responde la certeza de la real presencia entre vosotros de Jesús en la Eucaristía, que es la Vida, y para siempre ha vencido al pecado y a la muerte.
Al comienzo de este nuevo año, mirad a Jesús vuestro Redentor y a vuestra Madre Celeste, que os consuela y os conduce a penetrar en el admirable designio de vuestra salvación.
Tened ánimo: Yo soy la Madre y la Reina de la paz. A través de Mí, vendrá a vosotros la paz. Escuchad mi voz y dejaos conducir por Mí con docilidad.
En vísperas de las grandes pruebas que os aguardan, en la amenaza, temida ya por todos, de una nueva y espantosa guerra, sabed que mi presencia entre vosotros, confirmada hoy de tantos modos y con tantos prodigios, es un signo que os anuncia cómo, al final de la gran prueba, sólo mi Corazón Inmaculado triunfará. Será en todo el mundo la victoria del amor y de la paz.”
Comentario:
Estas palabras de la Santísima Virgen dichas para el comienzo del año 1984, bien pueden ser aplicadas para el comienzo de este nuevo año 2023, ya que cada vez nos acercamos más al cumplimiento doloroso de los avisos que Ella nos descubrió.
Algo parecido nos ha dicho Jesús en su Evangelio, que cuando comiencen a suceder todas estas cosas (las catástrofes, etc.), tengamos ánimo y levantemos la cabeza porque está por llegarnos la liberación.
Así también María, en este mensaje, nos insta a tener ánimo, a pesar de todos los problemas y calamidades que se suceden en el mundo y en nuestras vidas, y de la prueba inminente que ya está abatiéndose sobre la humanidad.
El Corazón de María es el refugio para pasar a salvo por esta Gran Tribulación que ya ha comenzado, y que tendrá su epílogo con el triunfo total de Cristo, que traerá su Reino a la tierra.
La Iglesia, que es la Esposa de Cristo, debe ser semejante en todo a su Esposo. Y si Jesús conoció el sufrimiento y la muerte, la Iglesia también deberá pasar por momentos similares.
Entonces preparémonos con la oración y la penitencia, porque hoy más que nunca es cierto aquello que ha dicho Jesús en su Evangelio: “Os aseguro que si no hacéis penitencia, todos pereceréis”. Y oremos sin cesar, como lo ha aconsejado también el Señor, para salir ilesos de los grandes acontecimientos que aguardan a la humanidad.