El pasado ha muerto.
Cristo ha resucitado y este es un buen momento para resucitar también nosotros, dejando nuestro pasado atrás y lanzándonos hacia adelante con esperanza.
Porque muchas veces somos como la mujer de Lot, que por volverse a mirar atrás, lo que dejaba, se convirtió en estatua de sal. Dios le había dicho que no volviera la vista atrás, pero ella no obedeció.
A nosotros también hoy el Señor nos quiere decir que miremos hacia adelante y no volvamos nunca más la mirada hacia atrás, hacia el pasado, porque el pasado ha muerto.
Si hacemos así, entonces seremos como esas mariposas que salen volando con sus espléndidas alas, sin acordarse nunca más de que fueron unos simples gusanos.
También nosotros tenemos que dejar nuestro pasado en la Misericordia de Dios, que lo ha cancelado para siempre y ya no piensa más en él, y no quiere tampoco que nosotros pensemos en él.
Dios vive en un eterno presente, y también nosotros debemos vivir bien el momento presente, confiando en la Divina Providencia que nos irá guiando y preparando todo en el camino de la vida.
Hay alguien que está muy deseoso de que nos anclemos en el pasado, y es el demonio, porque cuando queremos emprender algo o tener una iniciativa, y vivir en paz, nos trae a la memoria nuestros errores pasados, nuestras infidelidades, y nos dice: “¿Pero te acuerdas de esto y de aquello otro? ¿Tú no puedes hacer esto?”, etc. Y muchas veces el diablo consigue su cometido que es el de amilanarnos y acobardarnos, y amargarnos la vida. No le demos el gusto, y mirando solo la bondad de Dios y su misericordia, lancémonos a vivir la vida con paz y alegría, porque no hay cosa que más odie Satanás que la paz y la alegría de un alma, y por eso trata de destruir ambas cosas en los corazones.