“La disciplina -decía- es la mitad de la educación del niño; sin ella, la otra mitad resulta casi siempre inútil. Efectivamente, ¿de qué sirve que un niño sepa leer y escribir, que haya aprendido el catecismo, si no sabe obedecer, ni comportarse debidamente; si no ha adquirido el hábito de dominar sus malas inclinaciones y de seguir la voz de su conciencia? A qué se debe que los hombres sean hoy tan inconstantes, sensuales, incapaces de privarse de nada, ni soportar nada contrario a la naturaleza? Es que no les han acostumbrado a ello desde la niñez, se les ha dejado excesiva libertad, no les han enseñando a dominarse, a violentarse y luchar contra las malas inclinaciones. San Marcelino Champagnat