Vivir con sencillez.
Dios es simple, y su doctrina es también simple como Él. Por eso los católicos debemos ser también simples y vivir sencillamente, puesto que lo complicado no viene de Dios.
El hombre tiende a complicar lo que es simple, y se enreda en cuestiones difíciles y se amarga la vida, porque no sabe recibir el alimento que Dios le da en la boca, y quiere conocer lo que no conviene conocer.
¡Qué paz tendremos si a partir de hoy tratamos de poner en práctica esto de vivir sencillamente! Porque el hacerlo así, nos hará gustar de las cosas de Dios, y seremos felices ya en este mundo, porque muchos de los sufrimientos que nos vienen, es por nuestra propia culpa, por enredarnos en cuestiones complicadas que no entendemos.
Nuestra pobre cabecita no entiende infinidad de cosas. Pero podemos creer, que es mucho más meritorio que entender. Así lo hizo la Santísima Virgen, que no entendía muchas cosas, pero creyó, y el creer la fue iluminando en los misterios que las personas inteligentes jamás comprendieron. “¡Feliz de ti por haber creído!” le dijo su prima Santa Isabel. ¡Y felices también nosotros si creemos sin preguntarnos tantas cosas que por el momento no sabremos respondernos!
¿No les dijo Jesús a los apóstoles mismos que Él tenía que decirles muchas cosas más pero que ahora no las podían comprender? Esto también nos sucede a nosotros en nuestra vida, y por eso tenemos que tomar lo que Dios nos da, y no pretender entenderlo todo. Basta que Dios, que es Bueno, lo entienda todo, y nosotros por nuestra parte, confiemos en Él, y seremos felices sin complicarnos la vida con porqués y dudas.