Confianza en Dios.
Jamás llegaremos a ser santos si no confiamos plenamente en Dios, porque ante los reveses y contrariedades de la vida, si no tenemos confianza en Él, retrocederemos en lugar de avanzar.
Si nos dedicamos a evangelizar y a hacer apostolado, entonces es señal de que nos estamos ocupando y preocupando por la gloria de Dios y por sus cosas. Así que no debemos dudar de que Dios se ocupará de nosotros y de todo lo nuestro.
No hay patrón más generoso en pagar los trabajos que el Buen Dios, y por eso si confiamos en Él, seremos las personas más felices en la tierra, ya que estaremos siempre seguros de que Dios dispone todos los acontecimientos para nuestro bien.
Muchas veces flaqueamos en la confianza, y es por eso que siempre tenemos que trabajar en el aumento de nuestra confianza en Dios, ya que de ello depende nuestro avance en la vida espiritual, el recibir gracias y dones, y la propia santificación.
No nos desanimemos si no tenemos la suficiente confianza en Dios, puesto que esta tarea es un trabajo de toda la vida.
Tomemos ejemplo de la Santísima Virgen al pie de la cruz, pues sólo Ella seguía creyendo, esperando y confiando que Jesús era Dios aún en esos terribles momentos. Pidámosle, entonces a Ella crecer en la confianza.