Paz y alegría
Estos son los dos frutos que da el Señor al alma que está en gracia con Él: paz y alegría. Y estas son las dos cosas que el demonio más trata de destruir en nosotros, porque sabe que un alma en paz y alegría le causa mucho daño puesto que vive confiada en Dios y atrae a muchas almas al Señor.
El demonio, cuando no puede hacernos caer en pecado, trata por lo menos de hacernos perder la paz, para que estemos inquietos y temerosos y llevarnos así, de a poco, a la desesperación. Entonces no le demos el gusto y tratemos de conservar la paz, suceda lo que suceda; y especialmente recemos el Santo Rosario y la Coronilla de la Misericordia, ya que ambas oraciones traen la paz abundante a quienes las rezan.
También hoy en día el demonio quiere que estemos tristes, puesto que un santo triste es un triste santo, y si estamos tristes no podremos convencer a nadie de que ser cristiano lo pone a uno feliz. Además, en la tristeza, el demonio se acerca para tentarnos, pues procede como hizo con Jesús, que lo tentó al final de su estadía en el desierto y en el huerto de Getsemaní, cuando el Señor estaba triste. Hace un tiempo, en una revista científica había un título que decía: “La tristeza atrae a los virus”. Y explicaba dicho artículo que si estamos tristes somos más propensos a enfermarnos. Más allá de que esto sea verdad o no, yo creo que habría que escribir otro título que es más cierto y más peligroso: “La tristeza atrae a los demonios”, y esta sí es la pura verdad, puesto que habremos comprobado que cuando estamos felices y contentos, el demonio prácticamente no nos tienta, sino que él aparece cuando estamos desalentados y deprimidos.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!