El Purgatorio es una verdad fundamental de nuestra Fe, y Dios quiere que comprendamos y abracemos la unión en la Comunión de los Santos, como lo rezamos en cada Santa Misa donde pedimos por las Almas de nuestros difuntos.
La Iglesia está constituida por estos tres pilares, de los que aún peregrinamos en la tierra, los que purifican sus almas en el Purgatorio, y las almas santas que ya gozan de las eternas delicias en el Cielo. Nadie, hermanos, ni sacerdote ni monja ni laico, puede negar esto sin quebrantar los principios de nuestra Fe.
Sin embargo, no es sorpresa que el mundo actual tienda a negar la existencia del Purgatorio. Esa corriente, por otra parte, no sólo niega el Purgatorio, también niega la existencia del infierno mismo. Por supuesto, ellos solo ven un cielo fácil de alcanzar al que se llega por la Infinita Misericordia de Dios. Ellos niegan la Justicia Divina, niegan la verdadera Santidad, y manipulan el verdadero sentido de la Misericordia del Señor. Hacen, como los políticos, de mentiras verdad. Esos mismos también suavizan la idea de virtud, la hacen relativa, adaptable a los tiempos modernos. Por supuesto, infierno, purgatorio, virtud, pureza, ayuno, penitencia, oración, son todas cosas pasadas de moda para ellos.
Para estas corrientes, es mejor hablar de autoestima, amor por la naturaleza, entender y aceptar todo y a todos, etc.
Por supuesto que estas cosas tomadas aisladamente no están mal, pero están mal cuando se las pone en el centro de nuestra vida y se las transforma en el eje de nuestro actuar. Como decía la canción en la película El Rey León, es la doctrina “Jacuna matata” (¿la recuerdan?, “Es una filosofía de vivir sin problemas”). A esta disciplina yo la llamaría “La teoría crediticia espiritual moderna: Goce ahora, pague eternamente”.
Dios se entristece enormemente con la facilidad que el demonio encuentra en sembrar el error y la confusión en nuestros tiempos, particularmente en aquellos que multiplican el error porque se los escucha como referentes de las Verdades de la Fe. Tenemos que ser fuertes, debemos estar atentos y discernir aquello que se nos dice y se nos enseña. Defendamos la Cátedra de Pedro como Jesús nos la legó en sus principios fundamentales, en las Verdades del Magisterio de la Iglesia que nadie puede modificar.
El extraordinario Concilio Vaticano II es un hermoso legado para nuestros tiempos, porque entre muchas otras cosas nos enseña qué cosas se deben aggiornar y adaptar a los tiempos, y que cosas se deben sostener y profundizar, porque son los Pilares sobre los que está construida la Casa. Esto es así, porque estamos en el mundo, pero no somos del mundo, y así es que debemos ser mansos como palomas pero astutos como serpientes.
Dios espera mucho de nosotros, ¡manos a la obra!