Que aquella vida eterna consistirá en la contemplación permanente no solo inefable, sino también deleitosa de la verdad, lo atestiguan multitud de textos de la Escritura, que no puedo citar en su totalidad. A eso se refieren aquellas palabras: Quien me ama guarda mis mandamientos, y yo le amaré y me mostraré a él. Como si alguien le hubiera preguntado qué fruto y qué recompensa obtendría por haber guardado sus mandamientos, dijo: Me mostraré a él, cifrando la felicidad perfecta en conocerlo como es. San Agustín