La Poderosa Oración que Desata la Respuesta Inmediata de Dios
La oración instantánea que te da acceso a bendiciones y gracias inesperadas.
Cuando oramos en forma programada diaria, por ejemplo, el Rosario, o la Coronilla de la Divina Misericordia o el Ángelus, nos preparamos para buscar y escuchar a Dios de manera profunda.
Pero en la vida diaria tenemos hechos imprevistos.
Y ellos nos llevan a responder de improviso con oración sin tardar, en el momento justo.
Somos como un bombero que tiene que apagar un fuego ya, para que no se haga un incendio de proporciones.
Por lo tanto, debemos estar preparados para reaccionar rápido, porque estamos en el campo de batalla y necesitamos la respuesta inmediata de Dios.
Podemos sentirnos abrumados, sin apoyo o incluso atacados, pero si respondemos en oración en el momento justo, podremos ver, que nuestro poderoso Dios hace lo que solo Él puede hacer, y llegan las gracias para salvar la situación.
Aquí hablaremos de esas pequeñas oraciones espontáneas, que debieras hacer como una respuesta reflejo, a situaciones que te suceden en la vida diaria, para obtener la gracia instantánea de Dios, y cómo utilizarlas y en qué situaciones.
Hay varias situaciones típicas que nos suceden en la vida diaria, y debemos estar preparados para orar, casi como un acto reflejo, para que Dios intervenga inmediatamente con su gracia.
Por ejemplo, cuando comienzas algo nuevo, como un año nuevo, un trabajo, una relación, un nuevo vehículo, una nueva casa o una nueva etapa de tu vida.
En estos casos toma un tiempo para orar y dedicarle esto al Señor.
Y también cuando descubres una necesidad física, emocional o espiritual en ti, debes dejar que esa necesidad te lleve a orar sin perder tiempo.
Porque Dios provee y se dedica a satisfacer nuestras necesidades, objetivas y subjetivas.
Cuando sientas el peso de las cargas que estás tratando de manejar en tu vida, preséntalas al Señor.
Porque las cargas pueden aplastar el espíritu.
Y el Salmo 50 dice, “invócame en el día de angustia, yo te libraré y tú me honrarás”.
Además, Gálatas 6:2 nos insta a hacerlo por los demás, llamando a “llevar los unos las cargas de los otros”.
Por lo tanto, que toda carga propia y ajena, te lleve a orar a Aquel que nos ama y puede aliviarnos.
Cuando la preocupación te abruma, transfórmala en oración.
Cuando el pánico o el temor intenten invadir tus pensamientos, responde entregando todo en oración al Dios, que ve y sabe lo que estás enfrentando, y que tiene una solución.
En el pecado, nuestro temor de Dios tendría que llevarnos a orar.
No importa si estamos siendo tentados o si ya cruzamos la línea, tenemos que acudir al Señor de inmediato.
Jesús instruyó a Sus discípulos a orar cuando eran tentados.
Y si has pecado y necesitas perdón, 1 Juan 1 dice que, si te humillas y confiesas tu pecado, Dios te perdonará y te limpiará.
Y cuando Dios te provea, te proteja, te perdone y te guíe en ese momento, entonces dale gracias.
No permitas que pasen inadvertidas las bendiciones rutinarias que recibes cada día.
Para cada una de estas situaciones debes estar preparado para decir oraciones espontáneas, rápidas, cortas, a cuenta de oraciones más profundas que harás en el momento que tienes destinado para orar.
Las oraciones espontáneas son textos cortos, y fáciles de recordar para obtener la gracia inmediata que Dios quiere darnos.
Por lo que debemos tener a mano y recordar varias de estas oraciones espontáneas para usar en tiempos de prueba, de tentación, etc.
La primera oración para pedir ayuda es simplemente decir «¡Señor, Ayúdame!».
Muchas veces la olvidamos porque pensamos que es demasiado simple para que Dios responda.
Pero Dios tiene un amor incomprensible por nosotros, y no sólo nos escucha, sino que quiere ayudarnos en nuestro momento de necesidad.
Entonces la oración «¡Señor, Ayúdame!», debería ser más que suficiente para lograr una miríada de gracias inesperadas del corazón de Dios.
Y si necesitas en ese momento hacer una invocación más profunda, evoca la presencia consoladora de nuestra Santísima Madre, que siempre aparece en los momentos más desesperados.
Está fuera de toda lógica humana, pero si rezas el Avemaría, recibirás consuelo instantáneo de una madre que va en ayuda de Su hijo en problemas.
Cuando llegue el momento de sufrimiento di “Señor, permite que surja algo bueno de este sufrimiento”.
A veces, las pruebas se convierten en sufrimiento y, a veces, el sufrimiento no tiene un alivio rápido ni un significado evidente.
Puede ser debilitante y deprimente si no vemos que salga nada bueno de él.
Por eso dí, “¡Señor, haz que salga algo bueno de esto!”
Y uno de los grandes misterios de la vida cristiana es que nuestro sufrimiento puede asociarse al de Cristo, y ayudar en la redención de los demás.
Todo lo que necesitamos es ofrecerlo al Padre como el don de nosotros mismos.
Cada cosa que nos produzca sufrimiento, dí «Señor te lo entrego».
Cuando ofrezco mi sufrimiento como ofrenda, como acto de amor al Padre, y le pido que lo convierta en fuente de gracia para quienes lo necesitan, sabes que lo hará, tal como lo hizo con Su Hijo.
De esta manera, la negatividad del sufrimiento se convierte en la positividad de la entrega, el amor y la gracia.
Y hay veces que lo que estás haciendo se sale de control y no encuentras la solución para resolver un problema.
No importa cuánto lo intentes, las circunstancias parecen abrumarte y notas que tus recursos humanos son absolutamente insuficientes.
Entonces dí, “Me rindo, Señor, ocúpate tú”.
Cuando dices esto sueltas el control.
Y la presión se alivia entregándola al Señor, quien providencialmente puede sacar algo bueno de tu situación.
Y a veces pasa que no nos sucede nada peligroso objetivamente, pero tenemos presentimientos y nos invade como una oscuridad.
Puede provenir de sentimientos de ansiedad y depresión que nuestra psiquis proyecta hacia el futuro, puede ser una advertencia de Dios, el acoso de un espíritu maligno o una especie de protección psíquica.
Entonces dí “Señor, encárgate de esta situación, por favor protégeme”
Y repite esta oración hasta que el presentimiento comience a disminuir: primero pierda su fuerza, luego se debilite gradualmente, y finalmente se produzca una sensación de normalidad o incluso de consuelo.
Y cuando te sientas pecador, abrumado por tus errores y necesites pedir perdón por tus pecados, dí la oración del corazón, “Señor, ten piedad de mí, pecador», y repítela muchas veces.
Pero a veces pensamos que Dios retendrá Su perdón hasta que seamos un poco más merecedores, un poco menos débiles o un poco más perfectos.
Esto es subestimar el alcance del amor y del perdón divino.
Por lo que cuando pidas perdón, vuélvete a Dios con el corazón de un hijo que confía incondicionalmente en su padre y dí, “acepto tu perdón”.
Y finalmente la oración más importante de todas es “hágase tu voluntad, Señor”.
Jesús nos enseña esta oración en el Padrenuestro y la usa Él mismo en la agonía en el Huerto de Getsemaní.
Es la oración espontánea central de la vida espiritual cristiana y puede utilizarse en tiempos de miedo, de tentación, de ira, de prueba.
Es eficaz cuando recuerdas que la voluntad de Dios es traer amor, bondad, justicia y salvación a tu vida.
Y de esta forma encuentras, que la voluntad amorosa de Dios, y la inmensa providencia del Espíritu Santo, son increíblemente eficaces y transformadoras.
Y cuando la voluntad de Dios está trabajando a través tuyo, te transformas en un instrumento de Su voluntad en el mundo.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre las pequeñas oraciones espontáneas, para decir en el momento justo, para obtener las gracias de Dios en esa situación precisa, que funcionan como si fuera un extintor de fuego.