Confianza en la Divina Misericordia.
La misericordia de Nuestro Señor es infinita: nada la cansa, ni siquiera las faltas que nos parecen a nosotros las más degradantes y criminales. Durante su vida mortal, el Maestro acogía a los pecadores con una bondad verdaderamente divina; nunca les rehusó el perdón.
(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent)
Comentario:
Hay que estar atentos porque el demonio, después de tentarnos y hacernos caer en pecado, tiene la artimaña asesina de hacernos creer que por lo que hemos hecho no tenemos perdón de Dios, que estamos condenados.
Y esto es peor que el mismo pecado, es decir, el desesperar de la Misericordia divina, que fue lo que hizo Judas, que no quiso arrojarse a los pies de la cruz de Jesús, el cual le hubiese perdonado infaliblemente.
Pero es que el demonio ya tenía a Judas en sus garras, porque por mucho tiempo él le había sido fiel y hay que saber que si cometemos pecado tras pecado, sin arrepentirnos y confesarnos, entonces el demonio va tomando posesión de nosotros y de nuestra vida, y al final terminamos en sus redes.
“El pecado más fácil de evitar es el primero”, dicen los santos, porque cada pecado nos va haciendo más malos y más dependientes del diablo, que es un amo implacable y exige el ciento por uno.
No pequemos nunca, pero si tenemos la desgracia de pecar, no desconfiemos de Dios y no tardemos en hacer una sincera y completa confesión con el sacerdote. Y jamás abusemos de la Misericordia divina, quedándonos en el pecado, porque también dice la Escritura que de Dios nadie se burla, y si bien Él es bueno, también hay un límite, y si traspasamos ese límite, nos encontraremos con su Justicia.