Es importante que sepamos
desenmascarar un ardid que suele emplear el demonio para desconcertarnos y desalentarnos. Ante algún bien de los que disponemos (un bien material, una amistad, una actividad que nos gusta, etc.), y para impedir que nos abandonemos en Dios, el demonio nos hace imaginar que, si se lo entregamos todo, Dios, efectivamente, nos lo tomará todo y «arrasará» nuestra vida. ¡Eso provoca un temor que nos paraliza por completo! Pero no hay que caer en la trampa. Al contrario, el Señor nos pide únicamente una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no
necesariamente toma «todo»: nos deja la posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan servir a sus designios y no sean malas en sí mismas. Jacques Philippe.