¿Qué podemos hacer?
Al ver tanta maldad en el mundo, en nuestro entorno y en nosotros mismos, nos hacemos esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
Tenemos la tentación de ponernos a trabajar febrilmente en obras exteriores, olvidando el grandísimo poder que tiene la oración.
Nunca se arreglaron las cosas en el mundo, sin la oración. Porque en los hechos más importantes de la Cristiandad, fue la oración confiada de los hombres, en especial a la Madre de Dios y por medio del Santo Rosario, lo que dio un giro en la historia.
En estos tiempos no sucederá de distinta forma, pues el cambio que todos buscamos y queremos, vendrá de Dios, que intervendrá en la medida que sea invocado por nuestra oración fervorosa, frecuente y constante.
Con la oración podemos obtener TODO de Dios, y no sólo para nosotros, sino para quienes amamos, para nuestra Patria y para el mundo entero.
Con la oración influimos en los acontecimientos presentes y futuros, y es por ello que la Virgen, en todas sus apariciones, nos pide más oración, porque es aquí donde está la solución para todo.
Así que no nos descorazonemos ni desesperemos al ver el Mal triunfante en el mundo, sino tomemos en nuestras manos el Santo Rosario y comencemos a rezarlo todos los días, con perseverancia. Y quien reza un Rosario diario, pues que rece dos. Porque el tiempo que empleamos en la oración jamás es tiempo perdido. Incluso aunque nuestra oración no sea perfecta ni mucho menos, siempre es bien empleado el tiempo pasado en oración.
Ningún santo se hizo santo sin haber pasado la mayor parte de su tiempo de vida en oración. ¿Y nosotros queremos cambiar el mundo sin rezar?
Sin oración no podremos cambiar ni nosotros, ni nuestra familia, ni el mundo.
Y seamos astutos y veamos cómo el demonio nos pone multitud de pretextos –aparentemente justos- con tal de apartarnos de la oración. ¿No nos sucede acaso que cuando estamos dispuestos a rezar, surgen en la mente actividades que no podemos postergar, o cosas que decir o hacer, etc.? Y así dejamos la oración para otro momento, que nunca llega. Y entonces ha vencido el enemigo.
Recordemos que la oración es un combate, y ¡ay que quien entra en oración sin recordar que es una lucha rezar!, pues bien pronto se desanimará.
Nosotros queremos un cambio, que triunfen el bien y la verdad. Pero esto no se puede dar si Dios no interviene. Y Dios intervendrá, tanto en el mundo, como en cada familia y en nosotros, sólo si se lo pedimos por medio de la oración.
A lo mejor ya no tenemos dinero para gastar en buenas obras, ni nos han quedado medios para hacer apostolado, y ya no tenemos ningún tipo de influencia en las cosas y las personas; pero nos queda algo todavía: ¡la oración! Y con ella lo podemos todo, absolutamente todo. Quien no lo crea así, que haga la prueba, sin dejarse abatir ni distraer por el enemigo, y verá los grandes resultados.
Y para terminar citemos unas palabras de la Santísima Virgen al Padre Gobbi:
“Me veneráis como la Señora del Santo Rosario.
El Rosario es mi oración; es la oración que he venido a pediros desde el cielo, porque es el arma que debéis usar en estos tiempos de la gran batalla y el signo de mi segura victoria.
Mi victoria se hará efectiva cuando Satanás, con su potente ejército de todos los espíritus infernales, será encerrado en su reino de tinieblas y de muerte, de donde no podrá salir jamás para dañar al mundo.
Para esto debe descender del cielo un Ángel al que se le ha dado la llave del Abismo y una cadena con la cual atará al gran dragón, a la serpiente antigua, Satanás, con todos sus secuaces.
La cadena, con la que el gran Dragón debe ser atado, está formada por la oración hecha Conmigo y por medio de Mí.
Esta oración es la del Santo Rosario.
Una cadena, en efecto, tiene primero la misión de limitar la acción, después la misión de aprisionar y al final la de anular toda actividad del que es atado con ella.
–La cadena del Santo Rosario tiene ante todo la misión de limitar la acción de mi Adversario.
Cada Rosario, que recitáis Conmigo, tiene el efecto de restringir la acción del Maligno, de substraer las almas de su maléfico influjo y de dar mayor fuerza a la expansión del bien en la vida de muchos hijos míos.
–La cadena del Santo Rosario tiene también el efecto de aprisionar a Satanás, esto es, de hacer impotente su acción y de disminuir y debilitar cada vez más la fuerza de su diabólico poder.
Por esto cada Rosario bien recitado es un duro golpe dado a la potencia del mal, es una parte de su reino que es demolida.
–La cadena del Santo Rosario obtiene en fin el resultado de hacer a Satanás completamente inofensivo.
Su gran poder es destruido.
Todos los espíritus malignos son arrojados dentro del estanque de fuego y azufre, cierro la puerta con la llave del Poder de Cristo, y así ya no podrán salir al mundo para dañar a las almas.
Comprended ahora, mis hijos predilectos, por qué en estos últimos tiempos de la batalla entre Yo, Mujer vestida del Sol y el gran Dragón, Yo os pido que multipliquéis por todas partes los Cenáculos de oración, con el rezo del Santo Rosario, la meditación de mi palabra y vuestra consagración a mi Corazón Inmaculado.
Con ello dais a vuestra Madre Celeste la posibilidad de intervenir para atar a Satanás, para que así pueda llevar a cabo mi misión de aplastarle la cabeza, esto es, de derrotarlo para siempre, encerrándolo dentro de su abismo de fuego y azufre.
La humilde y frágil cuerda del Santo Rosario forma la fuerte cadena con la cual haré mi prisionero al tenebroso dominador del mundo, al enemigo de Dios y de sus siervos fieles.
Así todavía una vez más, la soberbia de Satanás será derrotada por la potencia de los pequeños, de los humildes, de los pobres.” (7 de octubre de 1992)