No olvidar lo principal.
En nuestra vida católica a veces nos puede pasar que en medio de todas nuestras prácticas de piedad, devociones, oraciones, lecturas y formación, nos olvidemos de lo que estamos tratando y a quién nos estamos dirigiendo, porque suele pasarnos que estamos muy ocupados de estas cosas, y nos olvidamos de decirle a Dios, de decirle a Jesús que lo amamos.
Y es que todo lo que hacemos: oraciones, devociones y todas las prácticas de piedad, e incluso las obras de cada día, deben ir orientadas a esta realidad de la unión con Dios, de la unión con Jesús. Por eso tenemos que volver a poner el norte de nuestras prácticas en su justa medida, ya que todo lo que hacemos tiene que estar orientado a amar más al Señor, ya que de lo contrario nos estaríamos quedando en la cáscara, sin penetrar en el corazón.
Entonces recordemos esto tan importante, y pensemos también que todo lo que hacemos debe llevarnos a ser compasivos y misericordiosos también con el prójimo, puesto que de lo contrario haremos como en la parábola del Buen Samaritano, en que el sacerdote y el levita, ambos ocupados en las “cosas de Dios”, dejaron de lado lo más importante que era el amor, la compasión.
Que no nos suceda a nosotros, que encerrados en nuestras prácticas, nos estemos olvidando de lo principal, que es el amor a Dios y al prójimo, especialmente a quien más lo necesita.