Muchos esperan al último momento de sus vidas para arreglar su conciencia con Dios. Ponen en peligro su salvación eterna, dejando para el último momento de su existencia la confesión con el sacerdote.
Pero esto es un grave error y una gran imprudencia, porque, primero: no sabemos si tendremos tiempo y modo de confesarnos antes de que nos llegue la muerte; y, segundo: si no estamos acostumbrados a confesarnos, es muy difícil hacer bien la confesión en el momento terminal de nuestra vida, en que tenemos tantos temores y cuando el demonio pone todo su esfuerzo para llevarnos a su Infierno, desatando sobre nosotros su última tentativa, la última batalla para arrebatarnos el alma.
Es verdaderamente de locos dejar la confesión para mañana, para después, para el último día, porque no sabemos si podemos contar con ese “mañana”, ya que con lo único seguro que contamos es con el “ahora”, con el “hoy”.
Esta es una astucia de Satanás, que nos hace aplazar hasta último momento la reconciliación con Dios, porque sabe que de esa forma él tiene una gran oportunidad de llevarnos a la perdición eterna.
Meditemos hoy profundamente cómo está nuestra alma, y si descubrimos que vivimos en pecado mortal, hagamos un acto de sincero arrepentimiento y vayamos a confesarnos HOY MISMO con un sacerdote, porque no sabemos si mañana veremos la luz del día.