No tener miedo.
El niño que comienza a dar sus primeros pasos, si se cae en el intento de caminar, puede asustarse y ya no quiere volver a caminar. También quien comienza a conducir un automóvil, cuando tiene un accidente, puede sucederle que tome miedo y ya no quiera volver a conducir.
Lo mismo nos sucede a veces a nosotros en la vida, que se nos cumple aquel dicho popular: “Quien se quema con leche, ve la vaca y llora”, es decir, que tenemos miedo de volver a intentar cuando hemos fracasado en algo.
Sin embargo, si es bueno lo que queremos hacer, no debemos tener miedo de volver a intentar, porque de las caídas se aprende, y la próxima vez seremos más cautos y cuidadosos.
El tema es no agriarnos por los fracasos, y asimilarlos a nuestra vida, dándonos cuenta de que sin los fracasos primeros, quizás nunca habríamos llegado a los resultados de hoy, o los que vendrán quizás mañana. No sólo resultados materiales, sino quizás resultados espirituales, porque bien sabemos que lo material vale de poco, y lo que más vale es lo espiritual, el alma. Y si con nuestros fracasos nos hemos vuelto más adultos y sabios, bienvenidos sean dichos “fracasos”.
Tenemos que confiar en Dios y volver a empezar, ciertamente con su ayuda, y pidiéndole luz y consejo al Señor si eso que queremos hacer es su voluntad, y entonces si es que sí, Él mismo nos ayudará a concretarlo.