Santo Tomás de Aquino fue un enamorado de la sagrada Eucaristía. Él sabía que Misa y comunión son el alimento del alma para cualquier cristiano que es consciente de este enorme misterio, que fue entregado a los apóstoles durante la última cena:
“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo»” (Mt 26, 26).
Conociendo esta realidad, todos los católicos debemos esmerarnos por participar completamente de la Eucaristía, desde que comienza, e irnos después de la bendición.
Y, por supuesto, después de comulgar, dar gracias a Dios con esta oración, compuesta por santo Tomás de Aquino:
Oración para después de la comunión
Gracias te doy, Señor, Padre Santo, omnipotente y eterno Dios, porque te has dignado a saciarme a mí, pecador e indigno siervo tuyo, sin mérito alguno, sino por tu sola misericordia, con la participación del sacratísimo Cuerpo y Sangre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Te suplico que esta sagrada comunión no sea para mí motivo de castigo, sino que me auxilie para conseguir el perdón.
Sea armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos los vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos, aumento de caridad, de paciencia, humildad, obediencia y de todas las virtudes. Sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo, único y verdadero Dios, y sello feliz de mi dichosa muerte.
Te ruego que tengas por bien llevar a este pecador a aquel convite inefable donde Tú con tu Hijo y el Espíritu Santo eres para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta.
Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Demos gracias a Dios por el don de la comunión, de cual no somos dignos.