Hay días en que nos parece que hemos fracasado en la vida, que las cosas no nos salen como pensábamos o como hubiéramos querido, y nos acongojamos y desalentamos y perdemos la esperanza. Pero no caemos en la cuenta de que esto es sólo la apariencia, que Dios no ve las cosas igual que las vemos los hombres, sino que Él pesa las acciones y las personas con otra medida.
El mayor triunfo de Dios fue un rotundo fracaso para el mundo. El mayor triunfador del Cielo y de la Tierra, fue Jesucristo, el mayor fracasado para el mundo.
Por eso cuando la vida gris nos ponga frente a los ojos nuestra pobre vida, nuestra inutilidad y nuestro aparente fracaso, no miremos las cosas con criterios humanos, sino confiemos en Dios, y sigamos siendo fieles a Él, haciendo las cosas más comunes de la vida por amor a Él y a los hermanos, recordando que Cristo vivió treinta años en el trabajo cotidiano y en la vida familiar, con una vida común y sin mostrarse.
Aprendamos de María. ¿Qué hizo María de extraordinario? ¿Hizo acaso milagros? No. Por lo menos no que lo sepamos. Y entonces sigamos su ejemplo, porque no hay criatura más santa que la Virgen, y sin embargo vivió una vida común, pero hizo extraordinariamente bien lo ordinario y corriente de cada día. Y también Ella experimentó el fracaso de su Hijo, que por gracia de Dios Ella pudo verlo también triunfante en la resurrección, pero que nosotros no veremos en este mundo, sino que el triunfo nuestro se verá claramente en el Cielo, ya que en la tierra apareceremos como unos fracasados.
Confiemos en Dios, que con nuestro poco, puede hacer mucho, y dejemos todo en sus manos benditas, porque Él es Dios, y nosotros en sus manos podemos hacer cosas grandes, haciendo lo común de cada día.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.