El Corazón de Jesús
VIDA DE JESÚS:
En el comienzo de la vida de un ser humano lo primero que se forma es el corazón. Así también Nuestro Señor, en el seno de María Santísima, comenzó siendo apenas un Corazoncito que latía. Y latía de amor por los hombres, por todos los hombres, a los cuales había venido a salvar de las garras de Satanás.
Toda la vida de Jesús fue una revelación de su Sagrado Corazón, es decir, de su amor, porque en el corazón está la sede del amor, y el Corazón de Jesús es el centro del amor de Dios.
¡Dichosos quienes en vida de Jesús pudieron, como San Juan Evangelista, reclinar su cabeza sobre el pecho del Señor, y escuchar los melodiosos latidos de amor de ese Corazón amantísimo!
Pero también dichosos nosotros, que vivimos en este tiempo, porque tenemos a nuestra disposición el Corazón Eucarístico de Jesús, presente en las hostias consagradas, en los Sagrarios de las iglesias, y que recibimos en la Comunión.
Dios nos da su Corazón en comunión. ¿Qué más podía hacer el Señor por nosotros? ¿Aprovechamos este Don, yendo a comulgar lo más frecuentemente que podemos, y visitando a Jesús en los sagrarios de las iglesias?
PASIÓN DE JESÚS:
Si todos los miembros de Jesús sufrieron en su pasión, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que fue su Sacratísimo Corazón el órgano que más sufrió, no sólo por el esfuerzo descomunal, sino por el peso moral, la tristeza, la traición, el desamor.
¡Pobre Corazón de Jesús! ¿Pensamos un poco en lo que ha padecido ese Corazón amorosísimo, que quería que todos los hombres nos salvemos, pero que también sabía que para muchos, muchísimos hombres, ese Sacrificio sería inútil?
Tremendo es ir al encuentro del dolor y la muerte mas atroces, sabiendo que será inútil para gran parte de la humanidad.
Consolemos este Corazón y adentrémonos en el misterio del dolor y del amor de Dios por los hombres.
MUERTE DE JESÚS:
Dios hizo todo. Jesús entregó hasta la última gota de sangre en la cruz. Porque al morir el Señor, un soldado le atravesó el costado, abriendo una llaga en el Corazón de Jesús, de donde brotó la última sangre, dando a entender con ello que Dios no se ha guardado nada para Él, sino que en su Hijo ha dado todo a los hombres.
Esa llaga del Corazón de Jesús, ha sido abierta para nuestro bien, porque a través de ella, ahora los hombres tenemos acceso al amor de Dios. La llaga del Corazón de Cristo es la puerta del Cielo, es la entrada a la divinidad, porque desde que ese Sagrado Corazón fue abierto por la lanza, ahora el hombre, si quiere, puede hacerse Dios, no ciertamente por naturaleza, pero sí por participación.
Y pensemos en María, el dolor causado a su Inmaculado Corazón, al ver el Corazón de su Hijo abierto por la lanza.
RESURRECCIÓN DE JESÚS:
Cuando Jesús resucitó, quiso conservar sus sagradas llagas, para que los hombres vayamos a ellas a buscar todas las gracias que necesitamos para pasar bien la prueba de la vida sobre la tierra. Pero pocos son los que reparan en que también el Señor ha querido conservar la llaga de su costado, es decir, que ha dejado su Sagrado Corazón abierto, ahora lleno de luz y de dones, para que nosotros nos refugiemos en Él.
Si queremos vivir ya desde ahora el Paraíso en la tierra, no tenemos más que refugiarnos en el Corazón glorioso y resucitado de Jesús, cuya puerta de entrada la abrió la lanza de Longinos.
Ese Corazón resucitado lo recibimos cada vez que comulgamos, porque en la Comunión es el mismo Corazón de Jesús que se nos da como alimento.
Y aquí volvemos al principio, porque en nosotros debe formarse Cristo, y Cristo comienza a formarse por el Corazón, como lo hizo en el seno de María. Así que comulguemos frecuentemente para que Cristo se engendre en nosotros y lleguemos a ser otros Cristos.