El arma de la oración.
Asegura San Agustín que el padrenuestro bien rezado borra los pecados veniales. El justo cae siete veces por día, pero con las siete peticiones del padrenuestro puede remediar sus caídas y fortificarse contra sus enemigos. Es oración corta y fácil, a fin de que –frágiles como somos y sometidos como estamos a tantas miserias– recibamos auxilio más rápidamente rezándola con mayor frecuencia y devoción.
(El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, San Luis M. Grignion de Montfort)
Comentario:
Si Jesús nos enseñó el Padrenuestro, y sabemos que Jesús es Dios, entonces debemos confiar que esta oración es divina y está compuesta perfectamente y contiene en sí toda la síntesis de lo que debemos pedir en la oración.
Por eso si rezamos el Rosario, también rezamos el Padrenuestro, que junto con las Avemarías, son una poderosísima arma para vencer al Maligno en nuestras vidas y en el mundo, y especialmente para influir en los acontecimientos que les toca vivir a nuestros seres queridos y a todo el mundo.
No perdamos tiempo en pasatiempos inútiles, porque el tiempo es gloria, y el tiempo que pasa no vuelve. Vivamos bien, entonces, el momento presente, sin preocuparnos por el pasado, que no podemos cambiar; ni por el futuro, que no sabemos si vendrá y en qué circunstancias vendrá; y vivamos bien el momento presente, el, hoy, el ahora, porque sólo éste cuenta para Dios y para nuestra santificación.
Aprovechemos el tiempo para rezar el Rosario. Hagamos como el Padre Pío de Pietrelcina, que competía con otro monje para ver quién rezaba más rosarios por día. ¡Santa competencia!