En la vida de cada día tenemos muchas preocupaciones, y como Marta, estamos atendiendo mil cosas a la vez y muchas veces nos olvidamos de lo principal y más importante, en realidad de lo único realmente importante que es salvar nuestra alma.
Hagamos el propósito en nuestro diario vivir, de detenernos a pensar varias veces en el día, en esta cuestión de capital importancia: nuestra salvación eterna. Porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de ensimismarnos cada vez más en las cuestiones del mundo hasta el punto de olvidar para qué estamos en este mundo.
En esta tierra estamos para vivir de tal modo que merezcamos el Cielo, y la vida terrena es prueba, que bien superada, nos abrirá las puertas del Paraíso. Pensemos esto de vez en cuando o muy frecuentemente, porque si nos equivocamos en este punto, estaremos errando el camino con grave riesgo de perdernos para siempre. No seamos como esas personas del Evangelio a quien Jesús les dijo que colaban el mosquito y se tragaban el camello. También nosotros debemos dar mayor importancia a lo que realmente la tiene, es decir, nuestra propia salvación eterna, y lo demás siempre debe venir en segundo lugar, aunque no debemos descuidar esas cosas tampoco. Pero siempre hay que ordenar toda nuestra vida a alcanzar el fin para el que fuimos creados por Dios, que es el Cielo.
Si hacemos así, entonces tendremos una mirada distinta sobre todo el acontecer humano, y veremos el mundo con los ojos de Dios, y el Espíritu Santo nos dará el don de Ciencia, con el que comprenderemos las cosas en su esencia y raíz.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.