Conocer a María.
Como Apóstoles de la Inmaculada debemos dar a conocer a María. Pero como nadie da lo que no tiene, no podemos dar a María a los demás si primero no la tenemos nosotros en nuestro interior. No podemos hacer amar a María, si no la amamos nosotros.
Si vivimos en gracia de Dios, tenemos a Cristo en nuestra alma, y al lado de Cristo está siempre María, por eso si estamos en gracia de Dios podemos decir que María está habitando en nosotros. Entonces debemos entusiasmarnos por dar a conocer a tan preciosa Princesa, y así como nosotros estamos enamorados de la Virgen, así también debemos ser sus apóstoles y llevar muchas almas a amar a María.
Una forma sencilla de hacerlo es regalando medallas milagrosas, diciendo a la gente que si la llevan al cuello con confianza en María, recibirán enormes gracias y se salvarán. También podemos decirles que recen todos los días tres avemarías, que son prenda de salvación eterna.
Hablemos de María, porque si estamos enamorados de Ella, no podremos no hablar de Ella, puesto que el enamorado no hace más que pensar y hablar de su amada.
Recordemos que María merece todo nuestro amor porque es la Obra maestra del Altísimo, que ha colocado lo más precioso en la Virgen, incluyendo a su propio Hijo.
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!